DECLARACIÓN DEFINITIVA
Y puedo quedarme a tu lado ya no importa cómo: lánguido y frío como el encuentro de ésos dos que alguna vez se amaron... lento y misterioso como la luna que se hace piedra en medio de la mañana blanca, qué importa cómo. Si tenerte es todo lo que quiero no me importa si es de a poco, por temporadas por quincena o por amor, a cada rato, a cada fugaz vistazo o en cada sueño que busque una cualquier excusa para envolverte en bostezos de paz, en descansadas horas de silencio. Porque la espiritual caída de tu pelo abre una cortina a la mitad de tu rostro y me pregunto: ¿acaso no la he querido siempre? Y es tu boca lo bastante viva para acercarme a tus besos a resucitar de vez en cuando, pero me conmuevo hasta las lágrimas, como en aquélla solitaria muerte del sol en el principio, cuando veo que, a pesar de todo, puedo guardar tu boca en el hueco oscuro de mi mano, y esperar que el tiempo, muro inquebrantable, constante rumor de los hombres, hueco de silencio, piedra de sal, tela de arañas, polvo en los rincones, maldición de Dios...! esperar que el tiempo nos guarde al fin en su secreto, entre las piedras que se lleva octubre calle abajo, en recuerdos nublados que desciendan inadvertidos sobre el escándalo de las multitudes, de la ciudad por supuesto, o de allá en el pasto a la orilla del Lago de Guadalupe; esperar que el mundo se derrumbe sobre nuestros huesos, y olvidarlo todo cuando ya todo se haya olvidado de nosotros; y, que Dios lo quiera, nos convirtamos en el no me acuerdo de la gente, en la canción que ya nadie canta porque ya no suena en la radio, en la frase que ya nadie repite salvo los viejos que a nadie le importan, o en el grito de Dios que casi nadie escucha. Pues si quererte es todo lo que tengo, amor, ya nada pido y nada tengo en mayor estima que tus brazos, y todo aquello que no tengo no lo quiero, y nada que yo tenga es mío porque todo lo que tengo es nada más quererte, y nada más puedo quererte ya porque te quise toda y tengo ganas de quererte hasta donde no te quiera más, y aún entonces ¡ay, aún entonces! rogarás a Dios que me guarde en el abismo de Su boca, y tu llanto será la ofrenda, y esperaremos otra vez, como siempre, a que la noche caiga de rodillas sobre la tierra, o que quizás la muerte, al fin, caiga sobre nuestro nombre como el crepúsculo cae, sangrante, sobre las aguas.
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