Extracto 1 (del prefacio):
"Tenía yo dieciocho años de edad cuando el amor me abrió los ojos con sus mágicos rayos y tocó mi espíritu por vez primera con sus dedos de hada, y Selma Karamy fue la primera mujer que despertó mi espíritu con su belleza y me llevó al jardín de su hondo afecto, donde los días pasan como sueños y las noches como bodas.
Selma Karamy fue la que me enseñó a rendir culto a la belleza con el ejemplo de su propia hermosura y la que, con su cariño, me reveló el secreto del amor; fue ella la que cantó por vez primera, para mí, la poesía de la vida verdadera.
Todo joven recuerda su primer amor y trata de volver a poseer esa extraña hora, cuyo recuerdo transforma sus más hondos sentimientos y le da tan inefable felicidad, a pesar de toda la amargura de su misterio.
En la vida de todo joven hay una "Selma", que súbitamente se le aparece en la primavera de la vida, que transforma su soledad en momentos felices, y que llena el silencio de sus noches con música." [...]
Extracto 2 (del prefacio):
"Junto a esa tumba crece la tristeza de Gibrán, al mismo tiempo que los cipreses, y sobre la tumba su espíritu arde todas las noches como una lámpara votiva consagrada a Selma, y entona a coro con las ramas de los árboles un triste lamento, en lastimero duelo por la partida de Selma, que ayer, apenas ayer, era un hermoso canto en los labios de la Vida, y que hoy es un silente secreto en el seno de la tierra.
¡Oh camaradas de mi juventud! Os conjuro, en nombre de aquellas vírgenes que vuestros corazones han amado, a que coloquéis una guirnalda de flores en la desamparada tumba de mi bien amada, pues las flores que coloquéis sobre la tumba de Selma serán como gotas de rocío desprendidas de los ojos de la aurora, para refrescarlos pétalos de una rosa que se marchita." [...]
Extracto 3 (del capítulo tercero):
"Cada vez que iba yo a pasear por aquellos campos volvía decepcionado, sin saber la causa de mi decepción. Cada vez que miraba yo el cielo gris sentía que el corazón se me encogía. Cada vez que oía yo el canto de los pájaros y los balbuceos de la primavera, sufría, sin comprender la razón de mi sufrimiento. Dicen que la simplicidad hace que un hombre sea vacío, y que ese vacío lo hace despreocupado. Acaso sea esto cierto entre quienes nacieron muertos y viven como cadáveres helados; pero el muchacho sensible que siente mucho y lo ignora todo es la más desventurada criatura que alienta bajo el sol, porque se debate entre dos fuerzas. La primera fuerza lo impulsa hacia arriba, y le muestra lo hermoso de la existencia a través de una nube de sueños; la segunda, lo arrastra hacia la tierra, llena sus ojos de polvo y lo anonada de temores y hostilidad."[...]
Extracto 4 (del capítulo cuarto):
En eso estábamos, cuando una hermosa joven, vestida con bellísimo vestido de seda blanca, apareció tras las cortinas de terciopelo de la puerta, y caminó hacia mí. Farris Efendi y yo nos levantamos de nuestros asientos.
-Mi hija Selma -dijo el anciano. Luego, me presentó, diciendo: - El destino me ha devuelto a un querido viejo amigo, en la persona de su hijo.
Selma se quedó mirándome un momento, como si dudara que un visitante pudiera entrar en su casa. Sentí la mano de la muchacha como un blanco lirio, y un extraño sobresalto agitó mi corazón.
Volvimos a tomar asiento en silencio, como si Selma hubiese llevado a aquel aposento un espíritu celestial digno de mudó respeto. Al darse cuenta de aquel súbito silencio, la joven me sonrió, y dijo -Mi padre me ha contado muchas veces las anécdotas de su juventud y de los viejos tiempos en que él y el padre de usted llevaban estrecha amistad. Si el padre de usted le ha contado lo mismo, este encuentro no es el primero entre nosotros."[...]
Extracto 5 (del capítulo quinto):
"Cada belleza y cada grandeza de este mundo es creada por una sola emoción, y por un solo pensamiento en el interior del hombre. Cada cosa que vemos hoy, realizada por pasadas generaciones, fue, antes de adquirir su apariencia, antes de aparecer, un solo pensamiento en la mente de un hombre, o un solo impulso en el corazón de una mujer. Las revoluciones que han, derramado tanta sangre, y que han transformado las mentes humanas para orientarlas hacia la libertad, fueron una idea de un hombre, que vivió entre miles de hombres. Las devastadoras guerras que han destruido imperios fueron un pensamiento que existió en la mente de- un individuo. Las supremas enseñanzas que han cambiado el destino de la humanidad fueron inicialmente las ideas de un hombre, cuyo genio lo distinguió de su medio. Un solo pensamiento hizo que se construyeran las Pirámides, un solo pensamiento fundó la gloria del Islam, y un solo pensamiento causó el incendio de la biblioteca de Alejandría."[...]
Extracto 6 (del capítulo séptimo):
"El matrimonio, en estos días, es una farsa en manos de los jóvenes casaderos y de los padres. En la mayoría de los países, los hombres casaderos ganan, y los padres pierden el juego. La mujer se considera como un bien de consumo, se persigue y pasa de una casa a otra, como algo que se compra. Con el tiempo, la belleza de la mujer se marchita, y llega a ser una especie de mueble viejo al que se abandona en un rincón oscuro.
La civilización moderna ha hecho a la mujer un poco más lúcida, pero ha incrementado sus sufrimientos, por la codicia del hombre. La mujer de épocas pasadas solía ser una esposa feliz, pero la mujer de hoy suele ser una miserable y desventurada amante. En el pasado, caminaba ciegamente en la luz, pero ahora camina en la oscuridad con los ojos abiertos. Antes era hermosa en su ignorancia, virtuosa en su simplicidad y fuerte en su debilidad. Hoy, se ha vuelto fea en su ingenuidad, y superficial e insensible en su conocimiento. ¿Llegará el día en que la belleza y el conocimiento, la ingenuidad y la virtud, y la debilidad del cuerpo, aunada a la fuerza espiritual, se conjuguen en una mujer?
Soy de los que creen que el progreso espiritual es la norma de la vida humana, pero el avance hacia la perfección es lento y doloroso. Si la mujer se eleva en un aspecto y se retrasa en otro, es porque el áspero sendero que conduce a la cima de la montaña no está libre de las emboscadas que le tienden los ladrones, los mentirosos y los lobos."[...]
Extracto 7 (del capítulo décimo):
"Y Selma miró intensamente al médico.
- ¡Deme a mi hijo y déjeme abrazarlo -gritó-; deme a mi hijo, y déjeme darle el pecho!
Pero el doctor inclinó la cabeza y su voz se quebró al decir:
-Señora, su hijo está muerto; tenga paciencia.
Al oír estas palabras del médico, Selma dio un terrible grito. Luego, permaneció inmóvil un momento, y sonrió, como con alegría. Su rostro se iluminó como si hubiera descubierto algo, y dijo dulcemente:
-Denme a mi hijo; quiero tenerlo cerca de mí, aunque esté muerto.
El médico le llevó el niño muerto a Selma y se lo puso en los brazos. Selma lo abrazó, luego volvió el rostro a la pared, y le habló a su hijo, en estos términos:
-Hijo mío, has venido por mí; has venido a mostrarme el camino que conduce a la playa. Aquí estoy, hijo mío; llévame, y salgamos de esta oscura cueva.
Y un minuto después, un rayo de sol penetró entre las cortinas de las ventanas e iluminó dos cuerpos inmóviles, que yacían en la cama, custodiados por la profunda dignidad del silencio y protegidos por las alas de la muerte. El médico salió de la habitación con lágrimas en los ojos, y cuando llegó a la gran sala, la celebración se convirtió en un funeral; pero Mansour Bey Galib nunca pronunció una palabra de lamento, ni derramó una sola lágrima. Se quedó de pie, inmóvil como una estatua, con una copa de vino en la mano derecha."[...]
Extracto 8 (del capítulo décimo):
"El cortejo salió del cementerio; el sepulturero se quedó cerca de la nueva tumba, sosteniendo una pala en la mano. Me acerqué al sepulturero y le pregunté:
-¿Recuerda usted dónde enterró a Farris Efendi Karamy? Me miró un momento, y luego señaló la tumba de Selma. -Allí mismo; puse a su hija sobre él, y en el pecho de su hija reposa su nieto, y encima de ellos llené la fosa con tierra, con esta pala.
-En esta fosa -le dije- también ha enterrado usted mi corazón.
Y mientras el sepulturero desaparecía detrás de los álamos, no pude más; me dejé caer sobre la tumba de Selma, y lloré."
0 comentarios:
¿Qué te pareció la entrada?