Llueve, llueve serenamente; por ahora la tormenta eléctrica a parado, me ha permitido sintonizar mi viejo radio de transistores; que algún día mi abuelo me obsequiara; como recuerdo aquella frase, que mi Abuelo mencionara: “Cuando te sientas sola, escapa, déjate llevar por los ruidillos de la radio, ellos te llevaran directo hasta donde yo estoy” y pensar que mi Abuelo nunca cumplió su sueño de ser locutor. Recuerdo cuanto lo deseaba, recuerdo que cada vez que lo mencionaba, en su rostro fatigado y expresivo, siempre se dibujaba la posibilidad de llegar tan lejos como la amplitud modulada le permitiese y así conquistar mil amores con su voz, pero dentro de esos mil amores mi Abuela…
De nueva cuenta mi soledad se verá acompañada, por una serie de relatos, que en instantes se verán amenizados por sonidos jazzísticos, agradables para esta tarde noche de lluvia, en la que se respira la humedad reconfortante del anochecer. Las antenas de la ciudad son fieles testigos, de los miles de pensamientos que naufragan en el espacio como en búsqueda de algún ser que los reciba. Afuera; la ciudad y sus peculiares ruidos constantes, que forma parte de la cotidianidad, el ruido de las aeronaves hace que se pierda en instantes la señal de mi viejo radio, con lo cual se pierden los relatos, en los que la señal parece ser raptada por una interferencia imprecisa; He vivido cerca del aeropuerto por más de ocho años, ya ni siquiera me molesta el ruido de las aeronaves; incluso las considero como una oportunidad, para continuar o seguir inventando historias, es como si construyéramos un cadáver exquisito, entre la gruesa voz que se oculta tras la radio y yo.
A veces, cuando la señal se aparta, dirijo mi mirada a través del ventanal, asía las calles, tratando de encontrar en ellas, algún fragmento que me ayude a construirme mis historias, en instantes mis historias se confunden con la realidad, así poco a poco soy parte de un mundo no real, pero tampoco ficticio; salvo por las notas que parecen en su viento resonar.
Recuerdo; que camino por una gran avenida de ruidos y estridencias; a lo lejos veo la cima de un acantilado, sobre este, una gran antena; la veo tan clara como todo mi sueño, me dirijo a ella, advertida por un recuerdo; el amor esa gran entidad mayúscula, dentro de la cual se encuentran alojados una infinidad de conceptos, que trascienden el hecho de ser simples palabras; todo es recuerdo en mi; tratare de llegar a la cima del acantilado, me apoderare de la señal de la antena, y decididamente me dedicare a buscarte; tu amor mío, que he perdido en algún instante rítmico, si te encuentro, prometo no decirte nada que te haga alejarte más de mi, tratare de que cada uno de nosotros comente sus fallos par que cuando el otro los llegara a señalar, no parezcan reclamos o reproches, sabes que nuestra historia esta inconclusa, de ti depende en gran medida que continúe o que se pierda, tal como se pierden muchos sonidos en el tiempo.
Cuando decido abrir enteramente mis ojos, me encuentro recostado sobre un sofá a cuadros, la señal de la radio ha vuelto, el relato sigue, mientras bebo de una deliciosa taza de café, me involucro tanto en las historias que a diario espero; como se espera aquello que nos ha de hacer compañía, que cuando terminan de ser contadas por aquella voz misteriosa de la radio, me sorprendo a mi misma creyéndome un ser potencialmente fantástico, un ser responsable de sus sueños, despierto de un sueño sonoro y me enfrento a mi realidad; pero esta vez es una realidad cambiante, es una realidad más sabia, enriquecida, por el imaginar, a mi lado puedo sentir la presencia de mi abuelo, juntos terminamos de componer nuestra historia, en la que siempre estaremos juntos y en la que ninguna interferencia ara que nos separemos de nuevo y es que el amor puede ser también radialmente sintonizado. Ahora es tiempo de encender la radio……. El sol ha salido en el horizonte….
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