Análisis de textos
Universidad Nacional Autónoma de México
De la loca idea de Altazor
Altazor tiene la cualidad de ser un largo poema que rompe con toda la estructura estética que antes haya revisado, sin duda es un parte aguas, no sólo en la literatura clásica y universal, sino incluso en otros ámbitos de la cultura humana. En veces Altazor tiene la voz de la filosofía de Kierkergard, o Shopenheimer, o Sartre; porque utiliza el lirismo para desbordar un complejo caudal de pensamientos existenciales.
No es gratis que el siglo XX sea el más bélico que todos sus predecesores, y ello seguramente justifica el desasosiego y la zozobra que termina por impregnar al lector de ese patetismo a veces irremediablemente ominoso y a veces sublimemente lírico. La obra en sí esta cargada eléctricamente por una estática que revuelve el complejo andamio sentimental humano, luego el casi delirio que se proyecta en las formas tratando de armarse casi ridículamente, es decir, utilizando cosas con una conexión casi nula entre sí, como un paraguas y el infinito de los tiempos.
La otra característica de Vicente Huidobro es la utilización del lenguaje extravagante y sumamente exquisito que rebasa casi por completo a la obra misma, es decir, rompe con la estructura clásica de exponer una idea coherentemente a través de un lenguaje elocuente y mesurado, aquí nos lleva de la mano casi con un idioma nuevo que se fuerza para darnos a entender más significados, fonemas y rimas que resaltan y brincan a la pupila. Utiliza neologismos para hacer combinar y rimar ciertas partes de la obra muy característicamente e invierte significados a modo de que haya flores llamadas girasoles y soles miraflores, cosa que jamás se hubiera entendido a priori, sobretodo en un proceso tan lento como el de comienzos del siglo XX.
No deja de llamarme fuertemente la atención la idea de que la Gran Guerra tenga que ver con la forma de este nuevo creacionismo estético, pues como bien apuntan ciertos artistas, “El arte antes de ser arte es historia”, cuyo caso encajaría perfectamente en estás condiciones, es decir, un evento de las magnitudes de la guerra supera toda inventiva humana y la tergiversa hasta el punto que le vuelve ridículo. La literatura ha demostrado ser un papel en blanco en el que se plasman el resultado de actos históricos humanos de gran trascendencia, ejemplo claro de ello es el romanticismo, acogido por los ideales de la burguesía media baja que se liberó del yugo esclavizador de sistemas monárquicos e imperiales. Ahora, ya viene entrado el siglo XX esta puede ser una respuesta de las artes antes el descontento de las sociedades ante el proceso degenerativo y estridente de la nueva modernidad que apabulla de un tiro el susurro bucólico y maravilloso del arte predecesor.
Por otro lado es también una fuerte tentación pensar que este tipo de literatura creacionista sea producto de una crisis individualista de grandes pensadores y nada más que eso, ya que si bien el tono del poema tiene una fuerte tendencia hacia lo desasosegante del nuevo futuro y la irracionalidad de los elementos del tiempo y el espacio, también es cierto que no deja muy en claro algún tipo de protesta social definida. Por ello es quizá la mayor duda que me surge, pensar por un lado en la crítica al vacío en el que se convierte paulatina, pero irrefrenblemente los individuos, o por otro lado el sin sabor de todas las artes y cánones decimonónicos que han aburrido y fastidiado la inventiva del nuevo siglo.
Habrá que tenerse en cuenta ambas consideraciones al momento de sopesar una posible respuesta a estas incógnitas. Lo cierto y muy cierto es que con todo y lo descontrolado y tormentoso del argumento del poema, el lector sale ganando por el extraordinario uso de lenguaje, la voz poética que profundiza mayormente en sólo sonar alegremente al oído sin importar que una sombrilla tenga que ver nada con el infinito de los tiempos y el Dios supremo. El uso de la metáfora por su parte merece una mención especial, porque es sin duda alguna un largo respiro literario que con el tiempo servirá de base para los vanguardistas y la nueva propuesta latinoamericana, en sí, la metáfora Hudobriana tiene el mérito de mantener encumbrada la lírica hacia la primera mitad del siglo XX.
“La montaña y el montaño
Con su luno y con su luna
La flor florecida y el flor floreciendo
Una flor que llaman girasol
Y un sol que se llama giraflor”
“Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios de dio esas manos?
Te pregunto otra vez”
“Te pregunto otra vez,
¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?”
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