Universidad Nacional Autónoma de México
Civilización Grecolatina
De El arco y la lira de Octavio Paz
Qué se desvela a todo esto, o qué se confirma. El análisis de Paz hurga en la concepción de los griegos al formar su literatura, su religión y en general su pensamiento. Nos habla de Homero como la cúspide de una larga tradición oral, siendo éste el primero en llevarla al lenguaje escrito y además el primero en dejar huella concisa de una religión “apenas dogmática”; y retoma de Burckhardt la idea de que la originalidad de la religión griega reside en la libertad poética y no en un dogma clerical. Esto es fundamental, ya que podemos considerarlo como la tierra arada que favorecerá la siembra de la semilla de la filosofía y su posterior cosecha, una gran cosecha.
Por otro lado, Paz trata de rastrear en la cultura griega el leitmotiv que explique su religión y su inventiva en cuanto a la literatura, específicamente la épica y la tragedia. Estableciendo que fue la religión de los dioses la que sobrevivió, nos sirve ésta como el comienzo de la tradición aristocrática y caballeresca. Ahora bien, ésta religión sitúa a los héroes como parte del culto de los hombres, siendo este en el terreno en el que convergen dioses y héroes, natural y sobrenatural, y fue desde entonces en torno al héroe que girará el conflicto propio de la épica y la tragedia.
Aquí aparece un término que caracterizará la originalidad de los griegos, que es la legalidad inmanente, que establece un ritmo armónico en la totalidad y el hombre como parte activa de esa totalidad, y de la que posteriormente se extraerán los conflictos propios del héroe, su importancia, y la idea del ser como ente capaz de regular su moral (en su antigua concepción, es decir, leyes del ser), las pasiones que se producen y por equilibrio cósmico las mismas que se eximen a sí mismas, dicho esta es la justicia.
Entonces tenemos que el universo es un orden regulado por la justicia, siendo los héroes quienes en locura o enfermedad transgreden al equilibrio natural o los límites permitidos, (y sin los cuales reinaría el caos) por ello están destinados a su fin, comparado con el ostracismo, como una medida del orden cósmico de mantenerse a sí mismo salvo de su perdición, la ira, envidia y soberbia de los héroes y semi-dioses.
Luego, concebido por esquilo, aparece el destino, propiamente en las tragedias como un castigo por parte del orden cósmico, por tratar de rebasar la mesura y la armonía, ello se hará patente en la vida de Edipo, de Sófocles, quién debe aceptar incuestionablemente este decreto divino, debido al incesto y homicidio, causa de dolor, dolor que inestabiliza y rompe con el equilibrio natural.
Me parece la máxima de la tragedia como sigue: “La tragedia no predica la resignación inconsciente, sino la voluntaria aceptación del Destino”. Es entonces la aceptación del Destino lo que a su vez nos libera de la pena, y caso contrario la subversión al destino implica necesariamente la muerte, un ejemplo de ello pudiera ser Héctor.
Y luego, ambiguamente, aparecen dos términos opuestos en su naturaleza, libertad y destino. Esto nos conflictua porque dice Paz que El Destino nos toma precisamente por ser dotados de esa virtud que es la libertad, en sí, las dos se complementan uniéndose; y lo más cercano que he podido vislumbrar es lo siguiente: por ser entes dotados de libertad, es justo por eso que estamos destinados a algo, es decir, como aquel ejemplo que dice que no nos interesan las cosas hasta que se nos son negadas, una reacción humana comprensible, luego entonces, el Destino desea poseer nuestra libertad por ser precisamente eso lo que puede regular, y se vuelve una condición indispensable, ya que si fuéramos objetos sin conciencia, endebles y manipulables, que de extraordinario sería calcular nuestro destino, es como decir “habla par quien pueda escucharte”.
De todo esto, no es en sí la idea genial del destino lo que me sorprende, sino lo implícito de ello, y que es el libre albedrío del que se sabían los griegos. Su capacidad para hacer análisis de esta envergadura nos dice inequívocamente que el pensamiento griego estaba adelantado de muchas otras civilizaciones, que ellos eran concientes de su capacidad de libertad intelectual, como para pretender que exista “alguien”, “Destino” (fuerza superior del cosmos) que intente controlarlos, haciéndose a su vez ellos, más importantes. Como fuere, esta capacidad reflexiva es el preámbulo de la filosofía, estas concepciones del orden del cosmos, el ritmo invariable, de la legalidad inmanente de las cosas, del destino y la libertad nos demuestran que tan avanzados estaban en su ruta hacia el pensamiento metodológico. Son procesos mentales abstractos que terminarán por ensamblar todas las partes de la ciencia, la filosofía y la poética como imagen abstracta del entendimiento humano.
La comparación alcanza al teatro español, y ello implica mil quinientos años de distancia, una geografía distinta, pero sobretodo un contexto ampliamente diferente. Nos dice Paz cómo es que los dramaturgos del siglo de oro, fueron condescendientes en la forma de hablar y de quién hablar, claro es que la literatura estaba completamente regulada por la institución religiosa y la monarquía, por lo que no era posible tocar temas que aludieran a estas instancias, así que sólo restaba hablar de la gracia divina, su bondad para los que están abajo y la forma en que se agradece por sernos permitida la libertad de existir. Muy pobre (sin decir mala) si se compara con el teatro griego que ante todo permitía el cuestionamiento no sólo de las divinidades, sino de la política y la vida social.
Descarna por otra parte el teatro ingles y hasta se antoja aventurado, el querer echar a dios del escenario y enfatizar sobre los caracteres, las pasiones humanas y sus consecuencias de un modo que Octavio Paz llama “Pueriles, y bárbaros, violentos o dulces, cándidos o pérfidos, un montos de huesos y sangre, y nervios destinados a aplacar por un momento el apetito de una naturaleza endiosada”. Como un respiro de la temática tradicional, que se enfoca a la conducta múltiple de los humanos.
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