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„Immer ist es so gewesen und wird immer so sein, daß die Zeit und die Welt, das Geld und die Macht den Kleinen und Flachen gehört, und den andern, den eigentlichen Menschen, gehört nichts. Nichts als der Tod." / "Siempre ha sido así y así siempre será, que el tiempo y el mundo, el dinero y el poder pertenecen a los mediocres y superficiales, y a los otros, a los verdaderos hombres no les pertenece nada. Nada más que la muerte"

Hermann Hesse




Universidad Nacional Autónoma de México
Civilización Grecolatina


La paideia de la Hélade y el nacimiento épico

Si ha habido una constante en el comienzo y desarrollo de los estados que conforman la Hélade ha sido sin lugar a dudas el marcado idealismo, no resulta increíble que de la misma forma, tras concebir conceptos abstractos, lograran hacer nacer el pensamiento metódico y reflexivo propio de la filosofía. Pero aún antes de esta nos interesa el terreno previo a la filosofía en occidente. Vemos entonces que en los primeros tiempos de la Hélade primitiva apareció, ya sea como genialidades, como producto de una religión avanzada o una necesidad de supremacía en el mundo (conocido), un modelo ideal de ser, un prototipo del hombre característico de la región, un hombre capaz de brillar en todos los menesteres de la especie humana. Si bien al comienzo parece ser que este brillo pertenecía exclusivamente a la habilidad y entereza física, no tardaría mucho en complementarse y encontrar el equilibrio en la lucidez racional y emocional de los hombres, esto es entonces el areté, que generalmente se traduce como “virtud” y representa lo bien y lo bueno, este es el molde en el que todos deben encajar y reflejarse; sin embargo, contrario a lo que afirma Werner como areté, es decir, que la areté, era propia únicamente de los nobles, se contrapone un argumento de Guthrie que nos señala que areté, resultaba una especie de muletilla que se utilizaba para la “eficacia”, empleándose incluso comúnmente entre personas, soldados, esclavos y comerciantes, y preguntar ¿la areté de quién? . Es interesante, y probable, que esta explicación tenga que ver con la cronología, pues para el momento que Guthrie nos refiere, estamos hablando de finales del siglo VI, mientras que con Werner, la expresión nace en la primitiva Hélade, la de la guerra de Troya y luego con homero, la Hélade caballeresca encumbrada en los más altos y supremos ideales de la cultura. 

La paideia era entonces, ya con esta anotación previa, la educación utilizada para implementar estos conceptos claros de superioridad, física, amor por el honor, la gloria y el respeto de los dioses. Este es el punto de inflexión el la cultura helenística, porque mientras que la mayoría de los pueblos contemporáneos utilizaron la religión como un juicio de sumisión y obediencia, en la Hélade, por el contrario, se aspiró a la comparación y a la semejanza con dioses. Este sentido de “rebelión” permitió que seguidamente los hombres fueran adiestrados con las características divinas y ejemplares de dioses y semi-dioses. Ahora bien, retomando el comienzo, vamos a tocar el origen supuesto de la paideia y el areté, el cual rastrea Werner en la Hélade previa a Homero, refiriéndonos específicamente a la época caballeresca o noble, la de las tradiciones orales, donde comienza precisamente la idea superior. Para este periodo en específico el areté representa el valor más puro de la educación, el desarrollo de las capacidades humanas físicas, la gloria de la guerra, y el honor, razón suficiente para ofrecer a cambio la vida misma, en otras palabras, la excelencia propia y exclusiva de la aristocracia.

Homero mismo cuando escribe Iliada, si seguimos, claro, dando por hecho que Homero fue el que la escribió, ensalza las máximas virtudes como las del honor, la valentía, la gallardía y habilidad en el combate, mencionando esporádicamente y en casos muy específicos, como en Aquiles u Odiseo, la gracia de la buena palabra o el uso de la cítara, talvez recurso poético pero que no deja de reforzar la idea superior, o digna sólo de “los mejores”. 

Ya platón, nos dice Werner, consideraba a Homero como el educador de las generaciones postreras, y esto era debido a que el hombre Heleno tomaba como fundamento de su paideia el ejemplo, se predicaba con la idea de lo ya grande y elocuente, ese era el método utilizado y la mejor manera de reafirmar la educación, por medio del ejemplo, y qué mejor ejemplo que la lucidez de la saga “homérica”. 

Pero luego, de alguna forma la areté queda como incompleta, algo en su radiante esplendor la hace vacía; la respuesta es, a mi parecer, la Odisea, que nos muestra el complemento inequívoco de la areté, pues es preciso para lograr el fin, la máxima instancia de la virtud humana, estar cierto así en las armas y el cuerpo, como en el espíritu y la palabra, y para el caso cito una posible gran máxima de Werner: 
“El dominio de la palabra significa la soberanía del espíritu” . Odisea muestra claramente que un héroe sólo lo es cuando es capaz de encontrar en su corazón la sensibilidad necesaria para apreciar las maravillas del arte y la paz, usar su inteligencia con oportunidad y astucia; todo ello le llevará al galardón final, la arete y el regreso a Ítaca, el encuentro con su hijo, la mujer que ama y el castigo de los pretendientes de Penelopea (el trono). Podemos leer entre líneas que el sentido mayúsculo de la areté es, además de guerrear ferozmente y salir victorioso en la batalla, sobreponerse a los designios de los dioses y contra todo pronóstico lograr el objetivo anhelado, ello nos dice claramente cuan importante era el areté, tanto que llevada a su máxima expresión era capaz de salir victorioso en cualquier menester de la vida, era sin duda la cumbre de la idealización helena. 

Hay un punto en el que Werner interpreta a Áyax como la fuerza corporal y a Odiseo como la inteligencia, siendo el equilibrio entrambos el Pélida, cuestión con la que discrepo, pues no debemos olvidar que Aquileo es un semi-dios, y por ende pierde la cualidad completa de un humano, más bien me quedo con Odiseo y en todo caso con Héctor como los héroes poseedor de la esencia humana y la arete.

Ahora bien, respecto de la aparición de Iliada y Odisea, el debate de todos los tiempo, se argumenta que dado de la manifestación de vidas sencillas e ingenuas corresponde a un tiempo más primitivo que Iliada, sin embargo si la historia nos ha enseñado algo, es que mientras más antiguo sea el hombre tiende a ser más violento, como un mecanismo de aprendizaje ( sólo se comprenden las cosas cuando ya ha sucedido la tragedia). Por otro lado se arguye la filología como un medio para corroborar que la saga se haya escrito por el mismo autor, pero no es superfluo recordar que la consolidación de un artista es un metamorfosis continua, es decir, la sintonía número uno de Beethoven dista un abismo de la novena, por lo que no podemos esperar que un mismo poeta mantenga su estilo inicial al cabo de su maduración, ese bien podría ser un punto a consideración. Más bien a lo que si habría de redefinir es si la Odisea pertenece a la épica como tal, puesto que la naturaleza de su desarrollo no se relaciona bien a bien con las características esenciales de la épica, sabemos que es una consecuencia innegable de Iliada, pero también sabemos que la trama, aun cuando tiene que ver con las virtudes y capacidades humanas llevadas a la brillantez, no pertenecen, según yo, al genero como tal. 

Finalmente es de rescatarse y reconocerse que derivada de la épica, la educación griega y posteriormente toda la occidental, provienen del pensamiento épico, la tragedia contenida en el mismo género, el desarrollo de la comedia, los tratados etc. Son legados esenciales, invaluables. Podemos ser románticos y atribuir a Homero la autoría de la saga, podemos ser concienzudos y desmembrar el misterio, refutarlo incluso, pero no podemos, ni queremos, negar que la idealización helénica, el avance más grande en la formación de la cultura occidental, es hecho contundente e irrefutable; no queremos que la poesía deje de ser nuestro gran punto de partida, como tampoco desconocer el magnifico legado, sea este la palabra, la poesía (en un sentido universal), el orden jerárquico de las fuerzas naturales o divinas, el amor, la fidelidad, la formación espiritual, el valor y la gallardía, las raíces del pensamiento filosófico; en resumidas cuentas todo el poder humano y lo humanamente bello. No podemos ver atrás sin maravillarnos más de una vez de todo lo asombroso que debió ser lo que es hoy el mundo, como diría Aristóteles, en potencia; como preparándose para ser majestuoso, como niños que aprenden a hablar y lo que hablan ya desde entonces es poesía. 

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