Universidad NAcional Autónoma de México
Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Por Oliverio Girondo
Veinte poemas para ser leídos en el tranvía…, en uno que dé la vuelta al mundo, (al de las ideas por supuesto). Ese muy bien pudiera ser su nombre extendido, el nombre no oficial, el de los cuates, que desde dentro de la periferia no sabemos si embelesarnos con las metáforas exquisitas, o pujar y gesticular extrañados, incomprensibles de su subjetividad.
Muy a colación aparece Picasso con una frase que nos ayuda a entender lo que… ¿no debería ser entendido?, más bien contemplado y en la medida de lo posible asimilado. Luego entonces decía Don Pablo, “yo no pinto lo que veo, sino lo que pienso”, y así a Girondo que le ha dado por echar maleta en mano y pensar una veintena de poemas para después es un proceso casi accidental llevarlos al papel.
A lo largo de la lectura me ha dejado algo muy claro: no son lugares, ni momentos, ni siquiera personas de las que habla, es la forma como habla, es el estilo de las palabras que utiliza. Me parece verlo, mientras camina, tomando puños de letras y tantas letras de su bolsillo, hacer un gesto irónico, calculador y ventajoso, y luego de ver esa situación o acción precisa, aventar a ella el puño encerrado en su mano. En cada cosa de la que habla, hay el desorden propio del onirísmo, del deseo de ser irreal, de ver que a veces lo inanimado tiene más vida que la vida misma.
El entorno ha facilitado en gran medida el desenvolvimiento ideal de Girondo, pues en apenas la distancia de una hoja vuelta, vamos de Buenos Aires a Sevilla, París y de regreso a Brasil, de momentos se antoja melancólico y taciturno, al rato alegre, analítico, observador y atrevido. La época en la que escribe es indistintamente conservadora predominante de los ámbitos humanos, por ello (pensando como personas de comienzos del siglo XX) es interesante el lenguaje de contenido sexual y erótico.
Además, poemas que logran símiles genuinos y realmente deliciosos. “palmeras, que de noche se estiran para sacarle a las estrellas el polvo que se les ha entrado en la pupila”, “¡Los patios fabrican azahares y noviazgos!”.
Es entonces Girondo, de gran capacidad, un representante inequívoco de la forma nueva de hacer arte, el llamado ultraísmo es tan claro y tan visible que además se vuelve innegable. El nuevo arte, es de la ideas deshumanizadoras, que revelan vectores nunca antes vistos, formas, metáforas y objetos de los cuales, con la anterioridad nunca se hubieran fijado ni de chiste.
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