De pie a la madrugada
A la una treinta de la madrugada descendió la temperatura de manera considerable; se me helaron los pies. Llegué a mi casa conducido por un bostezo que me habría tumbado sobre la cama; me detuve ante la puerta de madera oscura y crujiente, y antes de entrar, sin darme cuenta al tiempo, lo supe: dentro de la casa, en el techo, en los rincones empolvados, las arañas me esperaban despiertas.
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